El bosque del lobo (1970)

El bosque del lobo (1970) Dir.: Pedro Olea Gui.: Pedro Olea, Juan Antonio Porto Int.: José Luis López Vázquez, Amparo Soler Leal, Antonio Casas, John Steiner Dur.: 87 min.

El 2 de julio de 1852 es detenido un hombre en Toledo acusado de haber matado a 9 personas. Los que le acusan están convencidos de que es él: Manuel Blanco Romasanta, natural de Allariz, Ourense. Él lo niega y tiene documentos que lo acreditan. El juez de Escalona decide extraditarlo a Galicia para que se aclare si efectivamente es él y en caso de que proceda, que sea juzgado.

Ante el juez de Verín y no pudiendo ocultar más la mentira sobre su identidad, Romasanta afirma haber estado bajo un maleficio, un mal de ojo que le convierte en lobo y que le provoca un deseo irrefrenable de matar y probar la carne humana, y reconoce, no sólo los 9 asesinatos que se le imputan sino otros 4 más, además de asegurar haber devorado a sus víctimas.

A la postre Romasanta se convertiría en el único caso de lobishome —u hombre lobo— documentado en España. Es curioso ver cómo empieza el sumario judicial: «Va de oficio la causa contra el hombre lobo Manuel Blanco, por varios asesinatos. Allariz, Abril de 1853».

Tras varios informes médicos que aseguraban que Romasanta no estaba loco, fue condenado a morir en el garrote, pero antes de que se ejecutara la pena, Isabel II recibió una carta desde Argel de un tal Mr. Phillips que pedía que se parase el proceso ya que podía demostrar que Manuel Blanco sufría un antiguo mal conocido como licantropía y que por tanto debía ser tratado como un enfermo y no como un criminal. La pena de muerte fue conmutada por cadena perpetua. El rastro de Romasanta se pierde en el tiempo. No hay documentos que acrediten que salió de la cárcel ni tampoco que murió en ella. Tan sólo leyendas locales que afirman que escapó al bosque convertido en lobo.

Pedro Olea llevó la historia al cine en 1970, basando el guion en la novela de Carlos Martínez-Barbeito El bosque de Ancines y alterando los nombres y las ubicaciones por respeto pero manteniendo la línea fundamental de los hechos. José Luis López Vázquez hace las veces de Manuel Blanco Romasanta, oculto tras el nombre de Benito Freire y, sin lugar a dudas, se trata de una interpretación brillante, curiosamente incluso con un cierto parecido físico, según los grabados de la época.

Olea huye de los detalles más truculentos así que no nos encontraremos con una película de violencia explícita —por ejemplo, en ningún momento se insinúa que devorase a sus víctimas— sino que asistiremos a los delirios de una mente psicopática y a la persecución de los vecinos. Olea construye un ambiente mágico alrededor de los bosques gallegos pero cargado a su vez de las supersticiones propias de la tierra y de ese ambiente rural que le da un toque macabro y fantástico a toda la cinta. Además, creo que la película oculta un montón de detalles que puede que se escapen a quienes no estén familiarizados con la verdadera historia de Romasanta, pero que ofrecen una nueva lectura cuando uno la conoce, como la conversación entre Benito y el cura inglés en la que el cura insinúa que Benito sabe más por su oficio de buhonero de lo que aparenta, cuando sabemos que el verdadero Romasanta sabía leer y escribir y era considerado un hombre culto para la época, o el hecho de que se reúnan en una taberna que recuerda a un circo de freaks, enfatizando el carácter de exclusión de estos personajes, cuando sabemos también que Romasanta medía 1,37.

La película no se adentra especialmente en el terreno de la licantropía sino que trata el tema desde la perspectiva más científica posible y es que lo más probable es que Manuel Blanco Romasanta fuera realmente un psicópata que en su locura estuviera completamente convencido de convertirse en lobo. Sin embargo, este empeño de no querer entrar en ningún detalle que se salga de lo estrictamente científico hace que en muchos aspectos la película resulte fría y poco profunda. Además, muchos sucesos realmente jugosos de la historia de Romasanta son omitidos aquí, por no hablar de lo relajadas que resultan las escenas violentas.

La película termina con algo que para mí siempre eleva el nivel de un film y no es otra cosa que una turba enfurecida con antorchas y horcas en las manos persiguiendo al asesino para llevarlo ante la justicia, o juzgarlo in situ, depende de cómo de enfurecida se halle la turba.

Una película interesante sobre uno de los sucesos más extraños de la historia de nuestro país, pero en algunos momentos se echa en falta más profundización en la historia y en los personajes y, personalmente, hubiera agradecido un toque más fantástico y sobre todo una violencia más explícita.